SEGUIMOS A VUELTAS CON LA EXHAUSTA CAJA ÃNICA
Es inevitable, tras las noticias de los dÃas precedentes, la preocupación generalizada por el futuro (y hasta el presente inminente) de las pensiones, con la alarmante disminución de los fondos de la caja única. Ello lleva a reflexionar sobre las alternativas posibles para frenar esta disminución, y especÃficamente sobre las que actualmente se están barajando. ¿Qué opinan nuestros clientes y lectores? Aquà dejamos una sÃntesis de las propuestas más invocadas, advirtiendo que todas tienen inconvenientes: Aumentar el porcentaje de las cotizaciones serÃa contraproducente para la creación de empleo y para el mantenimiento de pequeñas empresas, que necesitan incluso que les fuera reducido el actual. Cosa, esta última (bajar las cotizaciones) que obligarÃa a mayor financiación vÃa impuestos, lo cual podrÃa hacerse si el ahorro que con ello tuvieran las empresas lo convirtieran en un mayor salario de sus empleados. Asà el coste de la producción vendrÃa a ser el mismo, pero los trabajadores tendrÃan mayor poder adquisitivo y consumirÃan más dando ocasión de más trabajo para las industrias, a la vez que el Estado recaudarÃa más impuestos indirectos para poder dedicar en sus presupuestos mayor partida para la Seguridad Social, cuya recaudación, además, no se reducirÃa mucho, pues el menor porcentaje de cotización se aplicarÃa sobre salarios más altos. De manera que el coste social para las empresas serÃa como el actual pero, como queda escrito, su producción podrÃa aumentar. Con la reducción de cotizaciones, además, se podÃan eliminar algunas bonificaciones que existen en las actuales encaminadas a facilitar la creación de empleo. También se habla de crear un impuesto especÃfico para la financiación de las pensiones, solución que no es nueva, pues para la financiación del Régimen Especial Agrario ya se crearon hace muchos años los impuestos sobre el alcohol y el tabaco, a la vez que otro sobre jornadas teóricas a los propietarios de tierras de labor. No obstante lo cual, esa idea se podrÃa aplicar, sin gravar más a los contribuyentes, pasando parte de lo recaudado por el IRPF a las arcas de la Seguridad Social: parte de las retenciones resultantes de aplicar la Ley del IRPF en los recibos de salarios deberÃan seguir su cauce actual (por ejemplo, las resultantes de retribuciones mensuales inferiores a seis mil euros) y el resto a la financiación del Sistema de Pensiones. Otra idea que se baraja es eliminar el tope máximo de cotización, situado ahora en 3.642 euros mensuales, pero eso no serÃa entendible por quienes tienen salarios más altos y saben que, aun cotizando por mucho más que ahora, la pensión máxima que podrÃan obtener serÃa muy inferior a la base reguladora de la misma. Aparte de que la gran parte de las cotizaciones que se pagasen irÃan a cargo de las empresas, perjudicando la economÃa de éstas. Por lo que serÃa más aceptable para los mismos la solución ya apuntada de que parte de lo que se les retiene del salario fuera a incrementar lo reservado para pensiones y asà tener más esperanza de que el futuro de éstas no peligra. Y aún hay otra, que estimamos debe desecharse totalmente, al menos por ahora: la reducción del importe de las pensiones iniciales, pues ya está previsto que eso ocurra a partir de 2019, cuando en el cálculo de las mismas se aplique el factor de expectativa de vida del beneficiario. Lo que sà podrÃa plantearse es congelar el tope máximo de pensión durante varios años, como ya ocurrió a partir de la Ley de medidas urgentes para la racionalización de la estructura y de la acción protectora de la Seguridad Social, que entró en vigor el dÃa 1 de agosto de 1985, siendo la reforma más importante hecha en el sistema. Y lo que parece muy razonable es que las pensiones derivadas de la muerte del causante de las mismas sean financiadas vÃa impuestos, especialmente porque las modificaciones que por conveniencia polÃtica se han hecho en su normativa respecto a la que motivó su creación constituye un importante desembolso en el presupuesto del sistema.